lunes, 22 de marzo de 2010

De cómo los humanos llegaron a conocer el sonido

Era un tiempo inaudible. Era un tiempo mudo. El goce del sonido, de la voz y de la música estaba reservado solo para los dioses que habitaban en el Ora. En la tierra, los humanos no podían emitir ruido alguno, ni tampoco escucharlo. En la tierra no existía vibración.
El dios Zun, el de la voz hermosa, acostumbraba a descender a la tierra disfrazado de mendigo. Así podía observar a quien quisiera y pasar desapercibido. Una tarde vio a una joven que cargaba con un saco de frutas. Era la mujer más hermosa que había visto. Cuando pasó frente al mendigo se detuvo y le obsequió una fruta. El dios trató de hablarle, pero ella, al no escucharlo, siguió caminando sin notarlo.
Al volver al Ora, el dios Zun no pudo parar de pensar en la belleza de la joven que había visto. Pensó que si su imagen eran tan hermosa y su bondad tan desinteresada, su voz sería la más dulce y plácida y digna de ser escuchada por todos, incluso en la tierra.
Al próximo día, disfrazado de mendigo, el dios Zun otorgó a los humanos la capacidad de entender el sonido y de crearlo, con la condición de que comprendieran también el silencio. Llamó a la joven de las frutas para por fin escuchar su voz, pero todos los humanos respondieron a la vez, y sus voces fueron escuchadas como una sola.

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